En la página principal de la web oficial del Ayuntamiento leonés de Santa Coloma de Somoza aparece el enlace a “Un reino secreto”, un audiovisual de 10,35 minutos de duración, en el que puedes pensar que vas a presenciar un desfile de atractivas imágenes turísticas, pero en realidad te permite realizar un intemporal viaje insólito y penetrar en el alma de este especial pueblo maragato, impactándote con su final provocador: "Te esperamos en el corazón de la Maragatería, mirando desde el horizonte el futuro porque así lo quisieron nuestros antepasados; os damos la bienvenida, porque arrieros somos y en el reino secreto de Santa Colomba de Somoza nos encontraremos”.

Un reino secreto. Nos gustó, como punto de partida. Era el auténtico punto de partida de esta historia que aparentemente comenzó en 1880, pero que en realidad tiene siglos de existencia, comenzando en el tiempo lejano en el que los maragatos comenzaron a hacer camino hacia Galicia y hacia Madrid, vida itinerante que en este caso cristalizaría en Lugo, como en infinitos casos más lo hizo en muy diversos lugares del país gallego.

Y, efectivamente, en ese reino secreto nos encontraremos, porque para comenzar este viaje en pos del misterio (milagro?) maragato, partiendo de Lugo, punto de llegada, viajamos a Santa Colomba, punto de partida, comienzo de la historia.

Nos vamos desde Lugo a Santa Colomba de Somoza Maricarmen Pérez-Carro, Antonio Giz, que pondrá en orden esta historia y Xulio Xiz. Antonio y Xulio vamos persiguiendo una historia. Maricarmen, toda ilusión, busca sus antecedentes, su origen, la historia de su familia que, en definitiva, es su propia historia.  

Para el primer contacto, tuvimos dos excelentes informantes, dos maragatos apellidados Carro, padre e hijo, que en Santa Colomba nos aguardaban. Uno de ellos, el padre, conocido por “Quichín”, es Juan Ángel Carro Martínez, 93 años, primo del que fue ministro de la Gobernación en el gobierno de Arias Navarro, Antonio Carro Martínez y nieto del General republicano Toribio Martínez Cabrera, fusilado por los “nacionales” en 1939 al final de la Guerra Civil, que en 2008 fue homenajeado por el Ejército, y sus nietos y bisnietos entregaron a la institución militar su fajín azul y el de su sobrino, el capitán Cabrera Rodríguez  muerto cuando combatía en el bando “nacional” en la guerra civil.

Familia Carro

 

Su hijo, Juan Ángel Carro, fue secretario del Ayuntamiento de Santa Colomba de Somoza y de otros de la comarca, vivió en Lugo varios años, estudió en Santiago, y mantiene vínculos con la capital lucense, conociendo con exactitud la actualidad y los acontecimientos de la capital lucense. Se unieron posteriormente su hermana Pilar y su cuñado, perfectos anfitriones todos de esta visita a Santa Colomba de Somoza, que Maricarmen Pérez Carro no había visitado desde hace muchos años.

Juan Ángel, padre; y Juan Ángel y Pili sus hijos, son primos de los Pérez-Carro lucenses. Es difícil desentrañar el grado de parentesco pero pudimos comprobar que la maragatería, como ocurre en el rural gallego, los parentescos no saben de generaciones y la familia no entiende de tiempo, espacio o grados. Son “primos”. Y ya está.

Primero, Astorga

Si bien las opiniones difieren en si es o no Astorga la capital de la maragatería, o si lo es Santa Colomba, es preciso acudir a la Astúrica Augusta de los romanos para percibir excepcionales signos externos.

Astorga

 

El más significativo, la estatua que corona una de las torres de la catedral… un maragato que desafía a los elementos y al tiempo y proclama a los cuatro vientos que los maragatos son una raza aparte, y su papel social fue tan importante en la historia que el primer templo de la diócesis tiene en lo alto la figura de un maragato, con su típico atuendo, que la tradición se encargó de acreditar que se llama Pedro Mato.

Maragato en la Catedral

 

Es difícil tener adecuada imagen en la distancia de los rasgos del símbolo de la población maragata, pero ahí queda la foto que conseguimos como prueba de de la especial consideración de este singular grupo humano elevado a lo más alto en lugar habitualmente para los símbolos de la fe.

A continuación, es obligado acudir a la plaza principal de Astorga para contemplar a las dos figuras que desde tiempo inmemorial se encargan de marcar el paso del tiempo dando las horas en lo alto de la casa consistorial.

Astorga

 

También la tradición ha bautizado -Juan Zancuda y Colasa- a las dos figuras maragatas que, armadas de descomunales martillos, se alternan en golpear la gran campana para que al resonar proclame la hora que rige en la ciudad que con Lugo y Braga compuso la tríada de capitales del occidente de la Península Ibérica en el tiempo en que éramos parte viva del Imperio Romano.

Astorga

 

Fuimos un poco antes de las doce del mediodía, y pudimos grabar a los dos personajes maragatos en acción, como en esta página se demuestra y puede reproducirse.

Nos llama la atención el nombre de una Agencia de Viajes, en pleno corazón de Astorga: Maragatours. Por si en algún momento no tenemos claro el país que visitamos.

Maragatours

 

La Voz, 7.08.1987. Maragatos
(José Landeira Yrago)

Astorga, a la hora de la siesta, arde como una pira de soledad en medio de la vega, sin gran río a mano —a con­tramano del Orbigo—, pero hermoseada por la luz rever­berante del terraplén dé las murallas y del palacio izado por Gaudí. El río Tuerto dis­curre paralelo por un tramo de la N-VI, del otro lado de los pueblos de la Maragatería, que caen al suroeste, en­tre la sierra del Teleno y Foncebadón. El que quiera, y pueda, sólo con apartarse de Astorga una legua, por el an­tiguo Camino de Santiago, topa con Castrillo de los Polvazares. De Santa Comba de Somo­za —Santa Columba, en la parla de aquí—,- un fundo aledaño, salían los altivos arrieros. Los de Castrillo arreaban machos gigantescos, mulos de ojos de azabache* enganchados al carromato. Iban y venían con lienzos, con tabales, con zaques y pe­llejos de vino y aceite, de Ma­drid al litoral, de la costa a la meseta, hasta que el ferroca­rril acabó con el trato. Su honradez era áspera y dura­dera. A veces recogían viaje­ros. Valle-Inclán hizo su pri­mer viaje a Madrid a bordo de uno de estos carromatos, y la madre de Pablo Iglesias, con el cativo Paulo al lado, subió de Galicia a Madrid en el tren de la arriería. En Castrillo de los Polvazares —monumento artístico desde 1980—, la vida es como una decoración animada por el veraneo, por el vecindario ralo y silencioso, y por el zumbar de torre a torre de las cigüeñas. El pueblo tuvo su racha cuando carromatos, mulos y arrieros arrastraban riqueza sobre el empedrado.  

Hay casas de buen ver y traza señorial, ausentes y esquilma­das, eso se nota, por la emi­gración, el desdén o el absen­tismo, La Maragatería, toda la comarca, no apunta los cuatro mil habitantes, repar­tidos en media docena de ca­bildos, pero la nómina de conspicuos ilustra esta po­quedad. 'Famosos maragatos de Galicia, aparte el gremio peninsular del' mostrador, fueron Marcelo Macías -maestro de Otero Pedrayo-, el historiador de San Froilán y canónigo de Lugo, Antolín López Peláez, y el creador de la Biblioteca Ga­llega e impulsor de la prensa regionalista, Martínez Salazar. Devuelto a la N-VI, ya en Ponferrada, leo en un perió­dico de León un artículo so­bre los maragatos, firmado por Yolanda Arenas, que in­siste acertadamente en el te­ma. En torno a la palabra maragato hay erudición abondo. Según los sapientes, la etimología «puede ser des­de ibero-celta hasta mora, pa­sando por persa, latina, etc. Sin embargo, un astorgano, Augusto Quintana, hasta ha­ce poco director del Archivo Diocesano, afirma que la pa­labra maragato no aparece hasta el siglo XVIII, con lo que las teorías se van al tras­te, puesto que con anteriori­dad lo que aparece para refe­rirse a la zona (a la comarca de la Maragatería), es la de­nominación de las Somozas». Por el sí o por el no, ojeo el Diccionario de Autoridades, 1726-1739, de la Real Academia, y de maragatos ni letra.

Castrillo de los Polvazares

En el camino a Santa Colomba, uno de los pueblos más emblemáticos de la comarca, considerado uno de los más hermosos y mejor conservados de España: Castrillo de los Polvazares.

Castrillo de los Polvazares

 

Si antaño fue esencialmente rural, sin perder ese carácter, está especialmente orientado al turismo, y tanto el exterior de sus edificaciones como el pavimento de sus calles evidencia el especial cuidado que se ha tenido en mantener  y recuperar materiales y estilos, uniendo a esa presencia numerosos establecimientos de hostelería y hoteles, y unos itinerarios para conducir al visitante por lo más interesante de la población.

Castrillo de los Polvazares

 

HOSTERÍA EL RINCÓN MARAGATO, MESÓN DEL ARRIERO, CASONA MARAGATA “CASA PEPE”, HOTEL RESTAURANTE… son ejemplos  que saltan a la vista de la asunción del papel de la Maragatería hoy y siempre, como estilo de vida, como razón de vivir.

Castrillo de los Polvazares

 

Y si al llegar a Castrillo, poco después de las doce de la mañana –está muy cerca de Astorga- cuando de allí nos fuimos, alrededor de la una de la tarde de un sábado de mayo, comenzaban a llegar numerosos visitantes, en tanto un cantor, establecido en la entrada principal del pueblo, improvisaba canciones dirigidas a los visitantes, destacando cualquier aspecto que los singularizase para sobre él sorprender a los turistas.

Santa Colomba, corazón de la maragatería

Nuestro destino es Santa Colomba, el corazón de una tierra y de unas gentes tan arraigadas en esta tierra difícil como imbuidas de un espíritu comercial que les impulsó a conquistas otras tierras, singularmente las del fin del mundo más cercano, Galicia.

Santa Colomba

 

Nos recibe, en primer lugar, el hijo de “Quichín”, Juan Ángel Carro, que nos abre las puertas de LA CASONA, la casa familiar, que en Galicia llamaríamos pazo, que refleja vida y costumbres de los antiguos maragatos, potentados a base de esfuerzos  trabajos de toda la familia para conseguir un estatus singular en una tierra sobria y dura.

Santa Colomba

 

Visitar la Casona de los Carro es visitar un museo de una tierra y de una forma de vivir, mostrando los visitantes una sorpresa absoluta por encontrar un edificio de unas dimensiones insólitas, que si está orientado para acomodar una gran familia con todas las comodidades de antaño también lo está para proporcionar los servicios e instalaciones que precisaba un centro de almacén y distribución de mercancías con ámbito mucho más que provincial, que abarcaba desde A Coruña, en el occidente de Galicia, hasta la capital de España, cubriendo un amplísimo territorio con su acción comercial.

Santa Colomba

 

Con esta visita nos acercamos más íntimamente a la Maragatería, escuchando a los verdaderamente entendidos en la materia. Juan Ángel Carro, Quichìn, tiene mucho interés y lo primero que nos comenta al bajar del automóvil  y entrar en La Casona (tiene dificultades de movilidad y no pudo acompañarnos en el recorrido por el emblemático edificio), fue: "Hay que tener en cuenta que no todos los habitantes de la Maragatería eran auténticos maragatos. Los auténticos maragatos eran los que se dedicaban al comercio".

Santa Colomba

 

Tomamos buena nota de de su explicación. Quichín tiene noventa y tres años, y una memoria prodigiosa. Su movilidad es reducida pero no su expresión y durante toda la jornada estuvo dedicado a atender a Maricarmen, sabiendo su querencia por la comarca y su gente, y teniendo muy en cuenta que hacía alrededor de treinta y cinco años que no visitaba la tierra de sus ancestros.

Mari Carmen y Quichín