MARAGATOS EN SAN CLODIO - RIBAS DE SIL

Por Manuel Cao

Manuel Cao

 

Un hermano de mi abuelo materno me contaba que siendo él niño, finales del siglo XIX, veía pasar a los maragatos por el pueblo, San Clodio, comerciando y con sus reatas de mulas cargadas de las mas variadas mercaderías.

Entraban desde el Bierzo por el valle del Sil siguiendo la Vía XVII romana de Astúrica Augusta a Brácara Augusta hasta La Rúa, donde la vía se aparta del valle,  y luego de pasar por Petín, Larouco, Ponte Bibei, Trives, Alto de Cerdeira, Sas de Penelas, en Castro Caldelas, con su poderoso castillo de los Condes de Lemos, abandonaban la calzada romana para desviarse por el paraje de Pena do Xastre y su interesante campo de mámoas, hacía Torbeo y su hermosa iglesia románica. Desde allí el descenso hacia San Clodio era rápido, como si añorasen el reencuentro con el Sil.

Aquí, unos se alojaban en el barrio de San Román, donde una familia maragata de apellido Alonso tenía casa; otros paraban en A Rotea, próximos al lugar en el que la barca cruzaba el río, ya que en aquel tiempo el Puente de Hierro no existía. Allí estaban en el margen izquierdo el barrio de El Barco y enfrente, en el derecho,  La Barca de Mancebico, donde había un mesón para los viajeros, algunos también maragatos. El barquero pagaba un foro al monasterio de San Clodio por explotar el negocio. Los mercaderes pasaban  por Quiroga y regresaban a  sus orígenes por el valle del Sil, por los lugares que hoy conocemos como Camino de Invierno.

Estas gentes traían pan de Villafranca, trigo y blanco, toda una delicatessen en aquel tiempo; salazones: arenques, bacalao; paños. Llevaban jamones, obtenidos al trueque, común en la época, de un kg. de jamón por tres de tocino gordo y grasiento de cerdos castellanos cebados con los restos de las industrias harineras y que a los pobres labriegos les cundía más. También llevaban cera para fabricar velas, sobre todo para uso litúrgico. Hasta 1955 San Clodio perteneció a la diócesis de Astorga.

En una casa del centro de Quiroga recuerdo a un anciano maragato siendo yo niño. Era don Santiago Alonso Luengo, familia de los Alonso de San Clodio y emparentado con maragatos de El Barco de Valdeorras que si tenían descendientes.

Por los años cincuenta y comienzos de los sesenta venía a determinadas ferias de Quiroga un maragato a comprar lana. Los rebaños de la zona eran pequeños, pero entre unos y otros reunía cantidad suficiente para que el negocio le compensase.  Algunos vecinos le entregaban la cantidad de lana necesaria para hacer una manta zamorana, blanca, con dos rayas rojas transvesales arriba y abajo que el lanero entregaba en feria posterior. Eran mantas prestigiosas, de mucho abrigo, fabricadas con lana del ganado de casa  de las cuales sus dueños presumían. La creencia en la elaboración con lana propia no dejaba de ser un mito alimentado con orgullo. En una visita que de mayor hice a una industria textil en Val de San Lorenzo y a la cual se llevaba a procesar la lana de las ferias de Quiroga me informaron que allí la lana entraba sin distinción de procedencia ni de paternidad y después de los procesos de lavado, hilado y tejido era toda igual.

Pero la leyenda, como técnica de marketing, daba buen resultado y se mantuvo mucho tiempo.

 

La Voz de Galicia, 20/05/1998

La Voz de Galicia, 20/05/1998