En 1930, el entonces párroco  de SANTA COLOMBA DE SOMOZA, Jerónimo Probanza Antón, Arcipreste de Somoza, publicó en Artes Gráficas Domingo Sierra de Astorga el libro “Santa Colomba de Somoza, su pasado y su presente”, dedicándolo  al “Excmo. Sr. D. Antonio Senso Lázaro, Obispo de la diócesis de Astorga e ilustre protector de la parroquia de Santa Colomba”.

Pretende el autor, “aparte del cariño que profeso a este pueblo, a quien con derecho pudiera llamar mi pueblo de adopción, porque en él se ha deslizado la mayor parte de mi vida parroquial”, “dar a conocer a su hijos, principalmente, su historia del pasado y del presente, aumentando así el grande afecto que todos hacia él sienten”.

Recomendando su lectura a los interesados en esta tierra, entresacamos aspectos que interesan de forma más o menos directa a los maragatos lucenses de la Puerta San Pedro.

"Santa Colomba de Somoza: su pasado y su presente"

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Es principio inconcuso de buena lógica que cesando la causa cesa el efecto que de ella dependía. Cesó el Marquesado o Condado de esos Señores (Señores del Palacio del Torreón o Castillo)  de Turienzo. Y éste fue incapaz de sostener el rango y fama de su prístino abolengo. Y mientras él caía de su encumbrado pedestal, Santa Colomba surgía de su mediocre situación y adquiría prestigio y preponderancia propias. Porque es un hecho innegable que el tiempo transcurrido del primer tercio del siglo pasado (XIX), a igual fecha del presente (XX), constituye la era de mayor prosperidad económica, prestigio e influencia de este pueblo en el mundo comercial, y aún en el campo de las ciencias y de las letras y en las esferas de la política.

Las robustas y múltiples ramas derivadas del arraigado y vivificante tronco de la gran familia de los Crespos, Pérez y Carros principalmente, combinados con la fusión de sangre que, estrechando sus vínculos, hacía de todos un hombre solo, supieron extenderse en multitud de empresas comerciales y mercantiles, precisamente en el terreno más apto para obtener más pingües rendimientos.

Como resultado probatorio del éxito feliz de sus correrías y andanzas del tráfico arriero vino la extensión del dominio de propiedad, no solamente a los pueblos comarcanos pasando a ser de Santa Colomba  el mismísimo señorial Castillo de Turienzo con sus mejores fincas y prados, sino también a otras más distantes regiones, donde adquirían fincas rústicas y urbanas. y merced a su honradez proverbial, laboriosidad y mutua ayuda, y a su ojo avizor de expertos mercaderes lograron engrandecer y dar nombre a su pueblo y a la vez dejar a sus hijos saneado capital y pingües rentas. No es extraño que un pueblo de tales condiciones, poco comunes, orne sus sienes con la aureola de la justa fama y por sí mismo llegue a imponerse a los demás.

Aquí encontramos la razón más que suficiente para que un día el arca negruzca y de férreos cerrojos del archivo concejil, que hacía siglos tenía sus reales en la cercana Villa de Turienzo, acariciada por los brazos del primer alcalde colombés, don Miguel Crespo, descansando sobre enjaezado mulo maragato, a los acordes del típico tamboril y agudas notas de la flauta, rodeada de los alegres y bulliciosos danzantes, maestros en el repique de las castañuelas y diestro manejo de los palillos y (aunque nadie lo diga, lo digo yo, porque tuvo que ser así), echando las campanas al vuelo, entró por vez primera y fue recibida en son de triunfo con manifestaciones de regocijo en la (incipiente) Villa de Santa Colomba.

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Con grandes señales de agrado fue acogida por todos, en especial por los hijos del pueblo ausentes de la parroquia, pero amantes de la misma, nuestra Congregación (de la Doctrina Cristiana. 1909) y Catequesis, convirtiéndose en bienhechores de ella. De paso por ésta, vieron un día funcionar la Catequesis don Manuel B. Carro, del Comercio de Lugo, (q.e.p.d.), y los hermanos Srs. Pérez Crespo, de Pontevedra; y reconociendo el inmenso beneficio que con estos medios de educación y métodos intuitivos de instrucción se proporcionaba a los niños, de los que se lamentaban haber carecido ellos, pasaron enseguida al número de los bienhechores de nuestra catequética obra, regalando el primero la preciosa imagen del Niño Jesús de Praga con sus andas y varios lotes de pañuelos, boinas, telas, para repartir entre los niños y niñas pobres; y los segundos, un buen donativo en metálico.

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Entre las numerosas donaciones de objetos de culto para la iglesia, aparece “un paño de hombros de raso blanco con un cáliz pintado en el centro, regalo de Doña Carmen Fernández Crespo, de Lugo.

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Se menciona al “cristiano caballero D. Luis Crespo Fernández”, como gestor de la cesión por parte del Sr. Obispo, del altar de la Virgen del Rosario procedente de la iglesia suprimida de San Julián de Astorga. También “el gran bienhechor D. Luis Crespo regaló el armonium, de pedales y nueve registros.

Los hijos de Don Marcelino Crespo regalaron los canceles. D. Santiago Pérez Crespo y D. Pedro Crespo Pérez, la araña central. El Cristo de la Agonía fue un regalo de D. Antonio Crespo Álvarez y su esposa Dª Aurora Carro, igual que los bancos reclinatorios y dos laterales.

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Los medios de rápida comunicación y transporte de mercancías anejos a las vías férreas, que lo mismo perforan las montañas, que se tienden por las llanuras de Castilla, mataron poco a poco uno de los elementos principalísimos de riqueza y prestigio de esta región maragata: su arriería sin igual. Con sus fornidos mulos en recua o arrastrando el pesado carromato tenían acaparado y ganado por su bien probada fidelidad el monopolio del comercio ambulante y conducción de grandes cantidades de dinero entre Madrid y Coruña y viceversa en sus poblaciones intermedias. Cambió sólo la modalidad del tráfico maragato, y adaptándose a las circunstancias del presente, dándole estabilidad y fijeza en una gran parte de las regiones de España, sobre todo en Galicia y Madrid, siguiendo con su ingenio mercantil defendiendo sus intereses, haciendo su fortunita y aportando su ayuda a los que aún quedan en la patria chica.

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El comercio ha tomado gran incremento de pocos años acá. Santa Colomba tiene hoy de todo. Surte a sus vecinos y a los de la región de los artículos, no solo de primera necesidad, sino de cuantos la conveniencia y exigencias sociales del más puritano pueden reclamar. Cuenta con almacenes de buen vino de Rueda, manchego y zamorano, que ofrecen a sus parroquianos los señores Crespo y Quintana.

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Los codiciados jamones del país, somnolientos sobre el saco costero (en la feria bimensual), esperan el punzón del técnico para cambiar de dueño y de postura. Y hasta Vigo y Marín, por medio de sus autorizados agentes, nos envían sus variedades de pescados frescos y en escabeche, sin que falten las democráticas y casi siempre salobres sardinas.

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Merced a las gestiones de los hermanos don Pedro y don Marcelino Crespo, personas de grande influencia en la época, se consiguió de la Diputación provincial una subvención, con la que, unida a la de los hijos y prestación del pueblo se realizó esa obra de verdadera necesidad (el puente nuevo) reclamada a la vez por razones de ornato y estética popular, y con tal motivo se levantaron después los muros de contención a la margen izquierda del río, dando lugar con el relleno de entonces y la carretera después a la más amplia y vistosa plaza de este pueblo maragato.

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A los señores Gullón García Prieto y Pérez Crespo le son deudores santa Colomba y esta porción de tierra maragata de estos (nuevas vías de comunicación) y otros beneficios nunca bastante ponderados y apreciados en lo que valen. Si aquellos honorables maragatos de principios y aun mitad del siglo pasado (XIX), acostumbrados al cansino paso de la recua y carromato, al tardo recorrido de la pesada diligencia, a la mortecina luz del farol, candil o patriarcal velón aceitero, levantasen la cabeza, no acertarían a salir de sus asombro al contemplar los progresos luminosos, postales, locomotivos, telefónicos, urbanos, comerciales, etc., etc., de su cambiado y desconocido pueblo.

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Señala los numerosos hijos distinguidos de Santa Colomba, entre los que menciona sacerdotes, médicos, abogados, farmacéuticos, militares y maestros, con un total de 43 de entre no más de 120 vecinos. De entre los médicos destacamos a Don Santiago Pérez Crespo, nacido en 1874, que estudió la carrera en Santiago, casó con Doña Nieves Crespo, y fue galardonado con la Cruz de Beneficencia, ejerciendo finalmente su profesión en Astorga. D. Luis Crespo Fernández, benefactor de la iglesia de Santa Colomba (1883) también cursó su  carrera en Santiago, casó con Doña Dolores Alonso Goy, no ejerció su profesión y fue socio de la Fábrica Harinera de Astorga La Maragata.

Mención especial merece Don Julio Carro Carro (1884), que hizo su carrera “con lucimiento” en Santiago y Madrid, casó con Doña Purificación Agosti,  es “hombre de vastos conocimientos de medicina general  de bien ganada fama de operador”, abriendo en verano su clínica en Santa Colomba.

D Manuel Crespo Fernández (1885), cursó medicina en Madrid, y fue médico de Prisiones por oposición en A Coruña.  Casó en A Coruña con  Dª Maximina Nieto, también de familia maragata.

En Abogados, menciona a D. Santiago Carro Ares (1816), que fue Catedrático de Retórica y Poética en Santiago, citando especialmente a D. Antonio Arturo Pérez Crespo (1870), que se licenció en Derecho en la Universidad de Santiago, trabajó con Montero Ríos, fue Abogado del Estado, Director General de Prisiones y de Registros y del Notariado, Subsecretario de la Presidencia del Consejo de Ministros, Director General de Correos y Telégrafos, Diputado a Cortes por La Bañeza e Hijo predilecto de  aquella ciudad. Era conocido en Santa Colomba como “El Diputado”.

Vinculados a Galicia, por estudios, menciona a D. Manuel Pérez Crespo (1878), licenciado por la Universidad de Compostela, titular de diversos juzgados  y audiencias provinciales; D. Vicente Crespo Franco (1880), licenciado también en Santiago y D. José Pérez Pérez (1887), con bachillerato en Santiago y carrera en Madrid, que fue juez en Canarias, La Carolina y Sarria (Lugo). Fue Fiscal de la Audiencia de Lugo.

En Farmacéuticos, D. Marcelino Crespo Franco (1875), que estudió en Santiago; D. Pedro Crespo Pérez (1879), también estudió en Santiago, casado don Doña Adela Crespo Franco, era nieto de Miguel, el primer alcalde de Santa Colomba.

Comerciantes relacionados con Lugo, figuran:

D. Pedro Crespo Crespo (1886), se dedicó al comercio en Lugo, siendo con los hijos de D. Manuel B. Carro una de las razones comerciales en tejidos más fuertes en dicha ciudad. Casado con Doña Amparo Carro, ”señora de gran bondad, cuyo matrimonio, con sus dos hijas Asunción e Isabel, pasa todos los años largas temporadas en la casa de sus padres, pues pocos aventajarán a Pedrito en el amor a su pueblo”.

D. Arsenio Carro Pérez (1888), cursó en sus años juveniles el bachillerato, dedicándose después al comercio en Lugo. Estaba casado con Doña Herminia Cruz Martínez Cabrera, “culta profesora de la Normal de Maestras de Lugo”. Padres, de ANTONIO CARRO MARTÍNEZ, Ministro de la Presidencia con Arias Navarro y Procurador en Cortes por Lugo. Herminia era hermana de TORIBIO  MARTÍNEZ CABRERA, General del Ejército y abuelo de JUAN  ÁNGEL CARRO MARTÍNEZ, QUICHÍN.

En el apartado de “hombres con carrera que viven fuera de Santa Colomba, cuyos padres fueron naturales de este pueblo”, aparece D. Jesús Carro García, presbítero; don Emilio Domínguez Fernández, Inspector de Sanidad de Lugo; Don Luis Turienzo Carro, médico en Santiago; Don Santos Fernández-Crespo Riego, Notario en Viana do Bolo (Ourense); Don Luis Carro Carro, abogado en Lugo; y estudiantes: Alfonso  Crespo Crespo, de Lugo; Manuel, Miguel y Francisco Crespo Nieto, de A Coruña y María Teresa Pérez Pérez, de Lugo.

Por fin, en el apartado de hijos de Santa Colomba dedicados al comercio  y a la industria, “para que los extraños que no les conocen lo sepan, y los que lo saben puedan de algún modo cierto y seguro transmitirlo a las futuras generaciones; para que el recuerdo y hazañas de esta raza andariega y mercader se perpetúe y no se borre con el transcurso del tiempo, diremos que será contada en el reino de Galicia la población o pueblo de importancia, donde los maragatos hijos de Santa Colomba  no tengan algún comercio, almacén, tienca de tejidos, paquetería, vinos, ultramarinos u  otros negocios similares en mayor o menor escala”.

Se mencionan “en Lugo, los Hijos de B. Carro, de José Carro, de Santiago Carro; Carro Pérez, López Benito, Pérez Carro, Viuda de  Carro, etc. tec., son de las principales razones del comercio lucense; en Pontevedra, Pérez Crespo y Beledo Crespo; En A Coruña Crespo Carro, Viuda de Guardiola, Hijo de  Andrés García, Alonso Criado, Rodríguez Villar, Morán García, Blanco Blas, Castellano Pérez; En Santiago, Carro Carro y Catalina Carro, Viuda de Turienzo, comercio de tejidos de Crespo y Carro; en Becerreá, Crespo Crespo y Viuda de Gabriel Blas e hijos; en Sarria, Castellano Pérez; en Pontedeume, Seco Carro; en Ferrol, Marina Carro de Fandiño; en As Pontes de García Rodríguez, Carro Dictino…

en Lugo, los Hijos de B. Carro

 

Y en Méjico, Pérez Crespo. Tomás Pérez Crespo es abuelo de Juan Ángel, el hijo de “Quichín”.

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Sobre el carácter y vestimenta de los maragatos, recoge lo siguiente: el carácter de los maragatos es noble, formal en sus tratos, serio, y de su honradez habla muy alto el tráfico que tuvieron en toda la Península. Viste ancho sombrero, del cual pende cordón de seda con borlas; chaleco encarnado de seda con afiligranados botones de metal, plata u oro; almilla, especie de levita, con faldeta abrochada por delante con un gran cordón de seda desde la cintura, ceñida por el ancho cinto de cuero, bordado de seda de colores, y bolsillos sobrepuestos, hasta la parte media del pecho, dejando al descubierto los bordados y botones del chaleco rojo, entre el cual y la prenda que describimos colocan un vistoso pañuelo de seda; chaquetón que ha sustituido al antiguo chaleco-peto de cuero para el trabajo que llevaban los arrieros; bragas de estameña y jerga del país para diario, y paño (y rosel para las fiestas), camisa con alto cuello de bordados a mano, anchas mangas de extraordinario vuelo con puño ajustado; zapato con oreja abrochado al exterior (Y  sus prietas polainas de paño).

El traje antiguo de la mujer maragata era un rodo blanco de una pieza, metido por la cabeza, sostenido por cintas en los hombros, y en la cintura una faja de color con inscripciones: “Viva mi dueña”. El rodo tenía dos puntas atrás, llamadas “chitos”, y entre estos un mandilete de igual color, llamado “facho prieta”, y por delante otro igual. Sobre los hombros hasta medio brazo el sayuelo bordado, prenda de pañete negro, mangas de punto de media en colores y la camisa  remangada y bucleada. Al cuello, las donas de gran valor; algunas tocadas con mantilla negra y su borlita; zapatos de oreja con broche de metal al lado y media blanca con dibujos. Del traje típico de la maragata, como las tradicionales costumbres nupciales, apenas queda nada en toda la región. La corrida de codiciado bollo del padrino con el durito por gorro.

Finalmente, se recoge la lista de donantes y donativos recibidos en dinero e invertidos en las obras de la iglesia nueva, donde aparecen los gallegos:

  • D. Cayetano Crespo Crespo, de Viveiro: 50 pts.
  • D. José Carro Carro, de Viveiro: 50 pts.
  • D. Agustín Beledo Crespo, de Pontevedra: 50 pts.
  • D. Braulio Pérez Crespo, de Pontevedra: 500 pts.
  • D. Andres García Carro, de A Coruña: 50 pts.
  • Hijos de José Carro, de Lugo: 150 pts.
  • Dª Anita Reyero de Alonso, de A Coruña: 125 pts.
  • D. Benito López, de Lugo: 150 pts.
  • D. Francisco Crespo, de A Coruña: 100 pts.
  • Srta. Antonia Alonso, de A Coruña: 25 pts.
  • D. Tomás Castellano, de Sarria: 25 pts.
  • D. Miguel Crespo, de A Coruña: 150 pts.
  • D. Domingo Carro, de Lugo: 50 pts.
  • D. Pedro Crespo Crespo, de Lugo: 100 pts.
  • Hijos de Manuel B. Carro, de Lugo: 100 pts.