Seis reseñas en el diario La Voz de Galicia, nos permiten acercarnos a la historia y realidad de los maragatos en Galicia.

Comenzamos con Carlos García Bayón (26.03.1975) que recuerda que en los siglos XVIII y XIX, “Galicia se llenó de maragatos, gentes trashumantes, arrieros que llevaron por la ancha España las sardinas que los catalanes fomentaban en las Rías Bajas”, y Víctor Freixanes, el 20 de agosto de 1983 comenta que “catalanes, vascos y maragatos establecieron en el s. XIX las bases de la primera industrialización de Galicia, gentes venidas de fuera porque no fuimos los gallegos quien de hacerlo”.

Al oficio o quehacer de los maragatos nos acerca Tomás Terrón, (20.03.1993),  al señalar que “Posiblemente desde los tiempos de Felipe II, fueron los arrieros maragatos, quienes hacían el transporte de media España. A lomos de largas recuas de machos o ligeras tartanas transportaban todo lo transportable: jabón, aceite, garbanzos, etc, desde la meseta a Galicia y pescado desde A Coruña hasta Madrid. Eran los arrieros maragatos, gentes honradísimas y con fama de ricos, a los que se les podía confiar hasta el transporte de un tesoro, con la seguridad de que llegaría a su destino, pues temidos en todas partes, astutos tenían que ser los ladrones que intentasen arrebatarles la mercancía. Mediado el XIX, con la aparición del ferrocarril, la arriería entra en crisis, no puede competir ni en rapidez ni en precio y tal como les ocurrió a los arrieros, le ocurre ahora, justo castigo, a Renfe. La única diferencia es que los ferroviarios se van con pingües beneficios, el arriero se quedó con sólo las riendas. Pero los nietos de aquellas generaciones, aún recordamos la copla que decía: <Vale más un maragato con el macho de ramal, que un castellano con todo su capital.>

Y a su principal dedicación presta atención Borobó (18.12.1987): “el oficio de mercader suele ser ejercido por personas forasteras. Casi siempre alcanzan más éxito en el comercio de un pueblo los tenderos ajenos que los propios vecinos establecidos en su lugar natal. Así cientos de miles de gallegos han hecho las Áméricas desde los mostradores de todo aquel continente o, sin salir de España, en los colmados, tan diversos en su clientela, de Cataluña y Andalucía. Ese mismo fenómeno se manifestaba en Galicia en sentido inverso, dado que la actividad mercantil estuvo aquí, durante un siglo, preferentemente en manos de gente que hablaba castellano. /... los maragatos dejaron de andar por los caminos, con sus reatas de mulas, para sembrar Galicia de tiendas de coloniales y ultramarinos. Poco a poco estos honestos, morenos y misteriosos arrieros de la Maragatería se fueron integrando en el señoritismo gallego y sus mejores cabezas, salidas del Seminario de Astorga, enriquecieron nuestro panorama intelectual".

Sobre su papel social abunda López de Alba el 20.12.1998: “Fueron muchos los que se asentaron en nuestra tierra, llegando a ocupar cargos importantes en política, comercio y empresa, sobre todo alimentación".

Y concluimos este acercamiento con Sanz Salorio (19.12.2020), que con el título de "A Coruña; destino, flor y nata de la maragatería" relata: "los Maragatos. son, sobre todo, el resultado de una calamidad y de su solución. La calamidad era el mal estado de las carreteras. La solución fue el arrierismo. Un oficio no del todo ajeno al espíritu y la práctica del capitalismo. Pero cierto es que los Botas y los Salvadores de Castrillo de Polvazares ya fueron protegidos por los Reyes Católicos. Y que allá por el siglo XVII los arrieros, la recua de sus mulas y los baúles que cargan sobre sus lomos se convierten en la vía comercial que une la maragatería con el Puerto de A Coruña. Y ya entonces la ciudad funcionó como un lugar amable y receptivo. Se adelantó en tres siglos el eslogan «ciudad en la que nadie es forastero». Durante mucho tiempo los maragatos lograron mantener identidades y costumbres pero nunca fueron forasteros”.    

 

Juan Soto / Ernesto S. Pombo - La Memoria Ajena, 1993

Por otra parte, Francisco Wais recuerda, en su “Historia de los Ferrocarriles Españoles” que en 1862, cuando el barón Daviller y el grabador Gustavo Doré, hicieron su “Viaje por España”, no se podía llegar a Galicia, “país extrañamente salvaje”, más que en diligencia. El tren desde Palencia llegaba sólo a la estación de Brañuelas (León), cerca de Astorga. Allí la compañía de ferrocarriles, precedente de la actual Renfe, se ocupaba del traslado por carretera a los viajeros, los cuales atravesaban la sierra de Manzaneda y el Bierzo, en coches o a lomos de mulas, para llegar a Lugo, tras cruzar penosamente el puerto de O Cebreiro .../… Lugo quedaría unida a Madrid por Tren en 1883.

 

La Voz de Galicia, 20/08/1983

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