Lois Seijo Castro
Historiador y profesor
Conferencia pronunciada el 13 de mayo de 2020
en la Biblioteca Provincial de Lugo
dentro del ciclo “Miradas ao Lugo de outros tempos".
La primera cuestión que hay que señalar es el carácter climático de la crisis. Si bien esta circunstancia resultaba evidente desde un princiupio, el análisis detallado de las fuentes documentales relacionadas con los registros climáticos y las referencias de la prensa ya desde el año 1877 lo confirman de forma precisa e inequívoca, determinando la manera enla que paulatinamente y a lo largo de los meses se fueron estableciendo las condiciones para que la catástrofe vital se desencadenase finalmente.
El análisis pormenorizado de los registros climáticos conservados de esos años permiten comprobar como la sequía en el momento de sembrar el trigo el centeno a finales de 1878 y especialmente el exceso de lluvias en los meses de febrero, marzo y abril de 1879, originaría la disminución sustancial de las cosechas para el invierno de 1879-1880, que unido a las reducciones que en muchas zonas ya se produjera en el año anterior, daría lugar a las dramáticas consecuencias que se manifestaron en 1880.
El estudio de los datos climáticos aclara también la realidad de que más que de los efectos catastróficos de la climatología de un año, hay que hablar de los efectos acumulativos de tres años consecutivos anormalmente adversos. Los datos conservados de esos años dejan claro que las anomalías se inician ya en el año 1877 con un importante desajuste de los parámetros normales, que se incrementan de manera aún más importante durante el 1878 y 1879, trayendo como consecuencia la disminución o destrucción total de las cosechas, que a su vez produce el hambre que alcance el grado máximo en la primavera de 1880.
En la secuencia de los acontecimientos que precedieron al desenlace de 1880 se percibe una gran anticipación en aparecer evidencias de que la crisis alcanzaría las proporciones dramáticas que finalmente alcanzó. En marzo de 1879, con más de un año de antelación, ya se publican editoriales en algunos periódicos advirtiendo de la gravedad que alcanzarían los efectos de la crisis y precisando incluso los vaticinios en cuestiones concretas como las invasiones de villas y ciudades de hambrientos demandando ayuda. En esa capacidad para pronosticar acontecimientos tenía mucho que ver la aún no olvidada crisis anterior de 1853. La similitud que muy posiblemente se estaba produciendo en la sucesión de circunstancias permitía a quien viviera la crisis anterior evaluar la gravedad de la situación del momento y, lo que es más importante, el dramatismo de la que se produciría un año más tarde.
La fecha de la reunión plenaria del Concello de Lugo celebrada el 1 de mayo de 1879 es la referencia temporal de la primera reacción institucional. Se trata de una reacción de constatación de la existencia del problema, pero sin medidas activas, si se tiene en cuenta que la rebaja en los derechos de consumos era de insignificante eficacia y la solicitud de supresión del impuesto a la importación de cereales tenía carácter testimonial. La reacción de la prensa denunciando la situación que se vivía en las aldeas y demandando ayuda, sin embargo, había sido mucho más rápida y llevaba ya meses produciéndose. El retraso de la reacción institucional con relación a la que se venía produciendo en los medios de comunicación de la época era ya muy evidente en ese momento y se va haciendo más evidente en los meses siguientes.
El papel de la prensa con relación a la crisis de subsistencia tuvo una importancia capital en la difusión de gravedad de la situación que se vivía y en la búsqueda de ayuda de las administraciones centrales. En el mes de agosto de ese año se produce un hecho trascendental en este ámbito en el encuentro que en Ferrol se produce entre periodistas políticos de origen gallego. En esa reunión se asume el compromiso de la prensa de hacer todo lo posible por dar a conocer en Madrid la situación de Galicia y coordinar la actuación con los políticos gallegos en la capital. Esta circunstancia explica la gran presencia mediática que la crisis de subsistencia tuvo en la prensa de Madrid durante los meses siguientes en periódicos de tanta importancia como El Imparcial, en aquel momento el periódico de mayor difusión de Madrid.
También es destacable la importancia de la acción política llevada cabo por los representantes gallegos en el Congreso y en el Senado, que fue intensa y reiterada en la demanda de medidas de ayuda para paliar la situación, similares a las que se llevaran a cabo en el caso de la crisis de 1853.
A pesar de la importante actividad política llevada a cabo y de la gran difusión en los medios de comunicación de la época, los resultados fueron nulos. La explicación a esta realidad hay que buscarla en varias circunstancias que se dieron alrededor de la crisis.
La demanda de ayuda económica directa, materializada en la distribución de fondos entre las gentes más necesitadas, tal como se había hecho en el caso de la crisis de 1853, fue rechazada desde el primer momento, desapareciendo de las reivindicaciones y demandas de los diputados y senadores, que se centraron en la demanda de la exención de impuestos a la importación de cereales para facilitar el abastecimiento de los mercados y rebajar lo elevado de los precios, y en la promoción de obras públicas para proporcionar empleos y jornales que permitieran subsistir a parte de la población.
La reivindicación de la exención de impuestos a la importación de cereales se encontró con la reacción en contra de los productores y almacenistas de las regiones cerealistas del interior de la península, que no estaban dispuestos a renunciar a los grandes beneficios que les proporcionaban la elevación de precios que se produjera por la crisis. Esta circunstancia hizo que todos los intentos en este sentido fracasaran sin la más mínima concesión.
En cuanto a las obras públicas del Ministerio de Fomento, si bien se concedieron algunas, como las que tenían que ver con varios tramos del ferrocarril que uniría Lugo con la localidad de Brañuelas, en la provincia de León, no se llevaron a cabo por estar agotados los presupuestos de los que dependían para el año económico de 1879-1880 desde el mes de septiembre.
El fracaso en las gestiones para conseguir las dos reivindicaciones para paliar la crisis, la exención a las importaciones de cereales y la concesión de obras públicas, propaga la sensación de desánimo entre la clase política y los medios de comunicación. En mayo de 1880, se abandonan las gestiones para conseguir una solución global para toda Galicia y comienzan a centrarse en lograr ayudas puntuales, ya de forma individual, por parte de los ayuntamientos afectados.
La numerosa presencia de desalojos en la ciudad de Lugo, después de agotar las reservas alimenticias en sus lugares de origen, da lugar a que se inicien gestiones para solucionar únicamente ese problema puntual. El miedo al estallido social alarma a las autoridades municipales, que inician una serie de gestiones dirigidas a paliar no los efectos de la crisis, intento en er que se fracasara de manera evidente, sino a los efectos derivados de la presencia masiva de los afectados en las calle de la ciudad.
La respuesta a esta puntual y urgente demanda consistió únicamente en la concesión de 4.000 pesetas del llamado fondo de calamidades por parte del Ministerio de la Gobernación. La cantidad concedida se puede considerar mísera no alcanzaría ni a la cuarte parte de los gastos del también mínimo proceso de socorro llevado a cabo para los necesitados del término municipal.
La cuantía de las aportaciones de la Diputación el Concello resulta también claramente exigua, e indicativa de la mentalidad de estas instituciones con relación al mundo de la pobreza en general y a las circunstancias excepcionales que se vivían en ese momento en particular. El resto de los fondos recaudados, más del70%, tienen relación con el concepto de la caridad, y estaban constituidas por lo recaudado en las suscripciones vecinales y la aportación del Obispado de Lugo.
Las gestiones ante la Administración central, también el caso de la ayuda puntual para la ciudad de Lugo, teniendo en cuenta lo exiguo de la cantidad concedida, constituyen otro fracaso estrepitoso y son también una manifestación más de la mentalidad y actitud del Gobierno central del momento.
Teniendo en cuenta que más de la mitad de los fondos recaudados procedían de la propia ciudad, se puede concluir que, aún a pesar de lo reducido de las ayudas de Diputación y Concello, la propia ciudad fue la que dio de comer a los indigentes que, empujados por el hambre, acudieron a Lugo demandando ayuda.
La distribución de raciones de comida en la ciudad, aún poniéndose en marcha cuando ya el problema alcanzaba cotas alarmantes, se llevó a cabo con efectividad y cumplió con el objetivo que pretendía de evitar el estallido social y la aparición de revueltas en la ciudad. La distribución de maíz entre los necesitados de las aldeas del término municipal, cuyo objetivo tampoco era aliviar a los afectados de la situación que padecían, sino evitar que acudieran a la ciudad a incrementar el número de los que ya se trasladaran a ella, es una muestra de la falta de operatividad de la Junta de Beneficencia y del Concello.
Incapaces de cumplir el plan inicial de hacer un censo previo de necesitados en las parroquias, se hizo el reparto delegando la organización y ejecución del mismo en los párrocos y pedáneos. Esta falta de criterios originó, además de la ausencia de rigor, desigualdades entre las distintas parroquias. Tampoco está clara la efectividad que se pretendía, teniendo en cuenta el retraso con el que se llevó a cabo.
El reparto, se hace tan sólo un mes antes de la recogida de la nueva cosecha, mostrando de esta manera el fracaso de la medida y la baja capacidad organizativa del Concello. La lentitud y retraso de todo el proceso hizo que desde la reunión de la Junta de Beneficencia celebrada el día 18 de abril hasta el momento en que se lleva a cabo la entrega del maíz a los necesitados, entre los días 10 y 15 de junio, transcurrieran casi dos meses, un tiempo a todas luces excesivo si se tiene en cuenta la urgencia y gravedad de la situación. Incluso desde el punto de vista pragmático del Concello, a quien únicamente preocupaba evitar la presencia de gentes empujadas por el hambre en la ciudad, el fracaso resulta evidente. Las gentes que no tenían que comer no tuvieron durante ese tiempo otra alternativa que evitase que acudieran a la ciudad o a otros lugares a mendigar.
Las consecuencias de la crisis fueron desastrosas para la población gallega en general y de la provincia de Lugo de manera especial. Los efectos que originó en la población fueron muchos y variados, algunos de ellos de difícil cuantificación, como son los daños psicológicos y morales. Otros, que sí son medibles, no sin dificultades, tienen que ver con el encarecimiento que se produjo en los cereales, el incremento migratorio y la mortalidad.
El encarecimiento de los cereales tuvo efectos graves especialmente en lo que afectó al precio y escasez del centeno, alimento básico de las clases populares del interior de Galicia y más aún en las zonas de la montaña en las que las alternativas alimentarias eran mucho más reducidas.
El precio del centeno llegó a duplicarse sobre el precio inicial de enero de 1879. El incremento, también muy importante del maíz, aunque no formaba parte tradicionalmente de la dieta en la comarca de Lugo, se explica por el hecho de ser demandado como sustituto del centeno durante la crisis.
Con relación al trigo, todo hace pensar que el incremento en su precio se produjo, en buena medida, porque las subidas experimentadas por el centeno favorecieron que muchos de los que lo consumían tradicionalmente pasasen a consumir aquel al aproximarse el precio de ambos. Los beneficiados de este cambio serían los productores e intermediarios del centro y sur de la Península de lo que se deduce que la defensa de sus intereses fue efectiva y les generó beneficios incluso en las zonas más afectadas, no consumidoras tradicionalmente de trigo.
El Estado fue también otro gran beneficiado por la crisis. La importación de cereales del extranjero, fundamentalmente centeno y maíz, para abastecer a los mercados del interior de Galicia, produjo importantes beneficios en forma de aranceles a la importación, que revirtieron a las arcas del Estado. De esta manera, el Estado, además de los almacenistas importadores, se vio beneficiado económicamente.
En cuanto al análisis de los movimientos emigratorios durante el período en el que la crisis se manifestó, a pesar de las dificultades que la falta de registros migratorios en esa época originan, permite concluir que tuvo un importante incremento. Dejando a un lado el incremento de la emigración interior a otras partes de Galicia o al interior de la Península, imposible de cuantificar a causa de la inexistencia de registros sobre los que poder hacer análisis que permitan su estudio, hay evidencias de que la crisis tuvo importantes repercusiones en lo que se refiere a la emigración transoceánica.
Partiendo de las estimaciones llevadas a cabo en otros estudios, se percibe un importante incremento en lo que corresponde a la emigración a la isla de Cuba. El incremento de un 40% producido en el año 1879 con relación a las estimaciones de la emigración en 1878 es suficientemente indicativo de los efectos originados por la crisis en este apartado.
Sin que se pueda encajar dentro del apartado de incremento migratorio, pero si considerarlo como una manifestación de los movimientos de población originados por la falta de alimentos que originó la crisis, está la cuestión de los desplazados. Si bien resulta imposible hacer estimaciones de la magnitud que este fenómeno alcanzó en toda Galicia, hay datos que permiten evaluarlo en lo que se refiere a algunos lugares concretos.
De las estimaciones referidas al número de personas llegadas a villas ciudades, la más accesible y viable es la que se refiere a la ciudad de Lugo. Los registros del número de raciones alimenticias distribuidas cada uno de los días de los meses de mayo, junio y julio de 1880, son una referencia bastante aproximada del número de personas que había cada uno de esos días vagando por la ciudad sin tener que comer. El número máximo de raciones alimenticias distribuidas en la tarde de 25 de junio, que alcanzó las 1.368, bien pudiera duplicarse a la hora de estimar el número total de los que pasaron por la ciudad a lo largo de esos tres meses en los que se llevaron a cabo los socorros y los registros.
El estudio de la cantidad y proporción de los que abandonaron sus casas para buscar remedio en otros lugares tampoco es factible precisarla en términos generales. La referencia de lo sucedido en el Concello de Pedrafita do Cebreiro ofrece datos que dan una idea de la magnitud que alcanzó en muchos puntos de similares características. Un tercio de la población del término municipal, alrededor de los 1.200 vecinos, abandonara ya sus hogares en junio de 1879. Teniendo en cuenta que un año más tarde ese porcentaje bien pudo incrementarse hasta alcanzar el 40% de su población, o incluso más, se puede tener ya una idea más global de las personas que pudieron verse afectadas por esta circunstancia. Si los concellos más afectados llegaron, muy posiblemente, a ver desplazada su población en porcentajes próximos al 50%, no sería desproporcionado estimar en un 10% la media de la provincia. Esto significaría, teniendo en cuenta que su número de habitantes en ese momento era de 410.810, que alrededor de 40.000 personas podrían haber sido desplazadas de sus hogares por la crisis, incluyendo aquellos que optaron por la emigración transoceánica.
La extrapolación a otras áreas geográficas de Galicia que de esta referencia se puede hacer da una idea de la gran magnitud y dramatismo que esta manifestación de crisis alcanzó.
La cuestión de la mortalidad ocasionada por la crisis es la que mejores posibilidades de análisis ofrece en cuanto a información de las fuentes documentales. A pesar de no existir registros estadísticos de las defunciones producidas en el término municipal de Lugo antes del mes de enero de 1879 y del de septiembre en el caso de la provincia, estos son suficientemente precisos y fiables como para permitir una evaluación rigurosa de los incrementos que se produjeron en la tasa de mortalidad durante el período más intenso de la crisis.
Los incrementos en el número de fallecidos de un 37,17% en 1879, y del 38,84% en 1880, en el término municipal de Lugo, son una muestra clara de la gravedad que la crisis alcanzó, en un ámbito geográfico que cabría considerar intermedio entre las zonas teóricamente más afectadas de la montaña y las menos damnificadas de las zonas más bajas y próximas a la costa.
El análisis de la mortalidad en la provincia de Lugo muestra que los efectos más dramáticos de la crisis se percibieron más tardíamente. En 1879 el incremento del número de fallecidos es del 4,49% y del 21,74% en 1880. Esta circunstancia indicaría que mientras que en las zonas menos montañosas fue posible mantener los efectos de la crisis en situación de no incrementar excesivamente el número de fallecidos, a pesar de la gravedad evidente, en 1880 el agravamiento de la situación produjo efectos dramáticos de forma generalizada en todos los ámbitos geográficos.
La constatación de la mortalidad durante los años 1879 y 1880, muestra de manera clara e incuestionable la extrema gravedad de la crisis de subsistencia y pone en evidencia también el carácter inexplicable e insensible de la respuesta de las administraciones.
La conclusión final sobre la resolución de la crisis de subsistencia no puede evitar la consideración de que Galicia fue maltratada y discriminada en un momento extremadamente difícil y complicado por el Estado y las administraciones centrales. Esta consideración aparece ya de manera clara en los editoriales periodísticos de esos meses y también en algunos discursos políticos en los que se expresa de forma explícita.
Tampoco fueron tratados como sería esperable en esas difíciles circunstancias los afectados por la crisis por parte de los concellos, diputaciones y demás organismos gallegos. La inhibición en la mayoría de los casos, los retrasos y falta de efectividad en los pocos en los que se llevó a cabo algún tipo de ayuda, muestra también el maltrato que sufrieron en la propia Galicia por parte de los que se suponía que conocían de manera directa la situación dramática que padecían.