LA MARAGATERÍA EN A FONSAGRADA
Por Manuel Curiel
Las ferias son un elemento social que desde los primeros tiempos de la humanidad, con denominaciones diversas, se han venido celebrando por la necesidad de comprar y vender lo que era necesario. En la provincia de Lugo, precisamente por su variedad geográfica y climática, han proliferado las ferias y mercados, muchas de ellas nacidas por influencia de monasterios y fortalezas, y algunas por iniciativas de los obispos o por concesiones reales. En la actualidad, como tradicionales y de origen medieval, se mantienen ferias en prácticamente toda la provincia. Pero entre ellas, documentado su origen medieval destacan dos: As San Lucas de la ciudad de Mondoñedo y el San Froilán de Lugo.
El origen de As San Lucas se atribuye al obispo Martín, que las iniciaría para celebrar la consagración de la catedral en 1246. Pero todo apunta a que su inicio se remonta a 1156, año en el que Alfonso VII había concedido una fiesta de ocho días. Las ferias de As San Lucas, que en su tiempos llegaron a durar quince días, son fundamentalmente de ganado montaraz.
Cuenta Adolfo de Abel Vilela que las dos primeras ferias que dieron origen al San Froilán, las de 1754 y 1755, fueron un fracaso. Hasta el punto de que el Ayuntamiento pidió a la Corte el cambio de fechas, de octubre a agosto, para evitar el mal tiempo. En 1764 regresó la feria a octubre.
Feria en A Fonsagrada a principios del siglo XX
En A Fonsagrada es alrededor de 1750 cuando se inician los mercados todos los sábados de mes, en los que se comerciaba con centeno, trigo, habas, manteca, castañas, sal, pescado y paños de Castilla. Además cada año hay la feria de Nuestra Señora de Septiembre, que dura cuatro o cinco días (el día 7, primer día feriado, era conocido como el día de las mantas, con compradores y vendedores de Castilla y Asturias, con diversos géneros y telas, caballos, mulas y otros tipo de ganados, así como plateros de la ciudad de Mondoñedo). También se celebran ferias el 20 de enero (San Sebastián), el 25 de marzo, el 25 de abril (San Marcos), el 16 de mayo (la Ascensión), el 4 de junio (Corpus y Santa Sabela), el 15 de agosto, el 21 de septiembre (San Mateo) y el 8 de noviembre. Eran también famosas las ferias que se celebraban en el contorno: En Padrón (la feria de San Mateo) y San Cibrán da Trapa, el 14 de septiembre, y en Lamas de Moreira también llegaron a celebrarse ferias el día 1 de cada mes. En el año 1845 era famosa una fábrica de manteca en Pobra de Burón y varios telares.
La población se fue incrementando a través de los años, y la gente sentía la necesidad de concentarse en los núcleos urbanos para efectuar las compras y vender a la vez otros productos. Todo ello derivado de la falta de vías y medios de comunicación (ya que la infinidad de ferias existentes no tendrían razón de ser si esas circunstancias de dispersión y vías de comunicacion fuesen distintas) y más tarde del proceso emigratorio. En los tiempos actuales la población rural está sufriendo un retroceso galopante motivado por el bajo índice de natalidad y por la emigración interior. Esta situación influirá en el futuro y en el sentido de las ferias y mercados, ya que prácticamente van desapareciedno y pasan a convertirse en citas gastronómicas. A Fonsagrada llegó a tener en 1900, 17.302 habitantes; en 1930, 15.807; en 1950, 13.925; en 1981, 9.392, y en la actualidad no alcanza los 4.000.
En realidad a la actual comarca de la Maragatería se le llamaba antiguamente La Somoza (Sub-Montia), o lo que es lo mismo, debajo del monte. Será a partir del siglo XVI cuando a los arrieros empiece a llamárseles "maragatos". Maragatos serían, por tanto, los arrieros de la comarca de La Somoza, que se dedicaban a dicha actividad. Los maragatos o habitantes de la Magaratería han conservado costumbres propias, gastronomía, arquitectura popular, música y vestimenta, que son las principales manifestaciones culturales de este pueblo, practicaban la endogamia y vivian aislados de otras comunidades de la la zona. Una comarca muy abrupta y escabrosa, poco dada a la agricultura, pudo motivar que los habitantes de la zona escogieran el camino del comercio como forma de vida, dando lugar a una de las actividades por las que son conocidos: los "arrieros" (o transportadores de mercancías). El comercio se realizaba entre Galicia y Castilla, y en sus comienzos los salazones eran la principal fuente de comercio. Al principio eran "recueros", es decir usaban recuas de mulas para el transporte, pero luego empezarian a usar carromatos tirados por mulas y empezaron a ser llamados "arrieros".
Los maragatos y sus carretas iban por Ambasmestas, puerto del Portelo (Ancares), Pontes de Gatín, Navia de Suarna, Fonsagrada, Puebla de Burón, Carballido, Pontenova y llegarían al mar en Porto, Vegadeo. Puede uno imaginar mulas y carros transportando vino, sal, minerales y otros productos por esta vía de comunicación y de abastecimiento. Como huellas nos quedan la tradición, los caminos, los puentes, la estructura de los pueblos y la toponimia, en ausencia de documentos que posiblemente existen. En Doiras, comarca de los Ancares, persiste la tradición de que los arrieros pasaban por allí y por el puerto del Portelo. En Fonsagrada se oían, hace algunas décadas, conversaciones sobre arrieros. Los Maragatos (comarca de Astorga) acudían a las ferias de Fonsagrada a vender sus productos. En Vilamayor del Trobo se hablaba de tiempos en los se traía sal desde el núcleo comercial de Pontenova, y se llevaban allí a vender carbón vegetal, pieles y otros productos.
La ruta cruzaría el río por el gran puente medieval de Navia de Suarna, en el que hay quien ve restos de un antiguo puente romano, y pasada la sierra de Louxas cruzaría el río Lamas. La Fonsagrada primitiva tenía un eje central en torno a la cual seguramente se fueron construyendo casas con fines comerciales. La fuente que da nombre a la villa estaba en esta ruta, la iglesia y el antiguo ayuntamiento tienen la entrada por esta calle, que también pasa por la plaza de la villa. Algo similar ocurre en Puebla de Burón, donde el camino pasa al lado de la muralla de la antigua fortaleza, y lo mismo ocurre en Maderne, donde había dos cantinas en el camino, que también pasa por la iglesia. Cruzaría el río Rodil por el puente que lleva su nombre. En lo alto de la sierra de Carballido está la Pasada de Lodos, que podía ser un punto de paso, y muy cerca está la “Cruz da Graña”, una cruz que tiene la imagen de Cristo por una cara y la de Santa Bárbara por la otra. Esta cruz, como otras, parece indicar un punto de paso importante, un cruce de caminos, una conmemoración, o puede ser un símbolo al amparo de caminantes. La cruz gira sobre un pedestal de piedra, y la tradición cuenta que se cambiaba de orientación como señal de haber pasado por allí alguna vez.
Los maragatos utilizarón para su comercio las antiguas vías romanas, sobre todo la que lleva de Astorga a Braga (Lugo), y desde aquí por la Vía de la Plata continua hacia Madrid. También sus vías serían parte integrante del Camino de Santiago. A lo largo del tiempo cambiaron sus rutas según el comercio, pero prácticamente viajaban entre el norte de España, Galicia, Asturias, Cantabria y las ciudades de Castilla la Vieja. Su comercio principal eran el pescado y el carbón del norte, para transportarlos al sur, donde era cambiado por embutidos, productos de matanza y productos de secano y sal, que a su vez eran transportados al norte. Esta actividad se mantuvo hasta la llegada del ferrocarril, que les obligó a cambiar las costumbres y a establecerse en puntos fijos de Madrid y La Coruña con el fin de continuar con sus negocios.
Oficina en la tienda-almacen del último maragato fonsagradino: Paco de Victor.
Eran famosos por la manera en que protegían sus cargamentos, y se les consideraba transportistas más seguros y a quienes se les podía confiar mercancías de gran valor. Los maragatos, aparte de ser arrieros, se dedicaban a la agricultura y al cuidado de las recuas de mulas, necesarias para su trabajo. También se dedicaban a la actividad textil. La arriería, como símbolo de un pueblo ancestral, emerge de la magia de otro mundo recóndito y maldito. Es la pasión que queda de un recuerdo, y late en la memoria de los hombres. La tierra de los maragatos está llena de infinitos senderos que rememoran la devoción de unos seres que, por ser viajeros y emigrantes, hurgaron sus destinos en la tierra para buscar anhelo y hallar las viejas rutas que terminan donde el silencio llega.
Paradavella, a 20 kilómetros de A Fonsagrada, siempre fue un nudo de comunicaciones para los arrieros, ya antes de construirse la carretera de Lugo a Fonsagrada, debido al paso del Camino Real. En realidad la carretera siguió el trazado del camino desde Lugo hasta Pravia de Asturias (215 kilómetros). Por este Camino Real se transportaban todas las mercancías que se distribuían por esta parte de la provincia de Lugo, y que procedían de Castilla, de los puertos de La Coruña y Vigo y del resto de la costa de Galicia. A mediados del siglo XVIII (1750), Paradavella, con 75 habitantes, tenía dos importantes casas dedicadas a la venta de mercancías, la del Retiro y la de la Calzada. Aún mas recientemente, en 1970, Paradavella contaba con cuatro tiendas de ultramarinos, las cuatro con bar, y una de ellas con estanco y otra con ferretería, un comercio de telas, un herrero, un telar, un almacén de abonos y sal, así como dos sastres.
En A Fonsagrada, a mediados del siglo XX, eran conocidos dos arrieros que vivían en la villa. El señor Turia (así era conocido) había venido de Cuba, y vivía en la que posteriormente pasaría a ser "casa de Curiel", y realizaba todos los días la caminata hasta Paradavella, de 40 kilómetros ida y vuelta, a un almacén de sal. El otro, Aniceto “do Hospitaleiro”, realizaba dos viajes diarios desde Fonsagrada a los molinos de Rosario, sitos en San Pedro de Neiro, diez kilómetros ida y vuelta, con un peso de 25 kilogramos y la particularidad de que apenas veía. A Aniceto le sonrió la vida, aunque fue por poco tiempo, cuando consiguió entrar a forma parte de la familia de la O.N.C.E. en Lugo. Yo conocí y traté a ambos.
A principios del pasado siglo dos arrieros procedentes de la comarca de la Maragatería leonesa eligieron las tierras buronesas, estableciendo en la villa fonsagradina su lugar de residencia, así como sendos negocios dedicados básicamente al comercio de vinos y de ultramarinos en general. Se trataba de dos cuñados oriundos del pueblo de Pradorrey-Brazuelo, muy próximo a la ciudad de Astorga: Uno de estos pioneros fue Víctor García Rodríguez, casado con Ramona García Barrio, un matrimonio que ya figuraba en un Directorio del partido judicial de Fonsagrada en el año 1911 como afincado en la Villa, regentando una “abacería” donde se vendía vino, cereales y ultramarinos en general.
Con el transcurso de los años y hasta hace poco tiempo, la “Casa de Víctor”estaba dedicada al comercio del vino y de otros productos de ese ramo (coloniales, ultramarinos, etc.). Durante muchos años también funcionó como fonda; el establecimiento estaba dotado además con un espacio en su zona de tienda para degustar queso castellano, sardinas de lata, y un buen pan del país: exquisitas viandas acompañadas de un vino razonablemente aceptable procedente del Bierzo leonés. Víctor García y su esposa Ramona tuvieron tres hijos quienes, igualmente, mantuvieron su residencia en A Fonsagrada con sus familias respectivas: Jesusa García García casada con Fernando Paz (del comercio). Jesusa y Carmen (una “sobrina” de su marido) regentaron una fonda situada en un buen edificio sito en la Avenida de Galicia, en cuyos bajos Fernando Paz se ocupaba de un negocio o taller de aparatos de radio y electricidad. Colindante con ese inmueble se encontraba el domicilio de la segunda hija del matrimonio de Víctor: María García García, casada con un tratante de ganado llamado José Pérez “O Chato”, oriundo de Asturias (Pola de Allande). Francisco García García, “Paco de Víctor”, casado con María Lopez Núñez, fue el que continuó con el negocio familiar, regentado por su única hija. A “Paco de Víctor”, siempre alegre y bromista, se le recuerda en su despacho de la tienda con enormes cristales de gafas, y conduciendo su camión por las calles de la villa, en el que nunca faltaba un leal guardián: un gran perro melenudo de fiera apariencia pero bondadoso como su amo.
El segundo de esos maragatos que se estableció en la Villa a principios del pasado siglo fue Isidro García Barrio, un personaje muy respetado por la honradez y la seriedad de las que hacía gala como persona y como comerciante. El periódico “O Tío Pepe”, editado en la villa por la familia Peñamaría, compartía igual opinión de “Don Isidro”, a quien se refirió al menos en dos ocasiones: una para alabarle por sus virtudes y en otra para informar de un cambio de domicilio que realizó ese año de 1913, de la casa de Correos -posiblemente la actual casa de Engracia- a otra en la misma calle que había pertenecido a Justiniano Rosón. Isidro García Barrio contrajo matrimonio con una buronesa perteciente a la influyente familia “Farruquín” llamada Emérita Díaz Vega, con quien no tuvo descendencia directa. Esta señora era hija de José Díaz Díaz, comerciante y político conservador, que estuvo al frente del Ayuntamiento de Fonsagrada en diversas ocasiones, incluida la última etapa de su vida durante la dictadura de Primo de Rivera. Isidro García Barrio, al carecer de descendientes propios, optó por prohijar a un sobrino, llamado Isidro García Pérez, quien en la década de los años treinta, ya se había trasladado a la villa, donde contrajo matrimonio en esa época con otra señorita buronesa de familia “bien”, llamada Inés Díaz Núñez, con quien tendría un único hijo: Isidro García Díaz, el heredero del gran emporio comercial construido por sus antecesores. Desgraciadamente, Inés Díaz falleció en 1941 en plena juventud, con 32 años. Con posterioridad, Isidro García Pérez contraería un segundo matrimonio con una hermana de su primera esposa, llamada Filomena Díaz Núñez, con quien no tuvo descendencia alguna. Isidro García Pérez, natural de Pradorrey (Astorga), hijo de Manuel García Barrio, era un arriero que visitaba regularmente las tierras de Burón. Este arriero y su esposa, Joaquina Pérez, tuvieron cinco hijos, tres de los cuales terminaron instalándose en la villa fonsagradina, de igual manera que lo hizo una sobrina de nombre Ramona García, quién contraería matrimonio en Fonsagrada con un buronés llamado Hermógenes López Méndez, “oficial habilitado del Juzgado Comarcal de Fonsagrada”, con quien tuvo tres hijos que todavía figuran en la memoria reciente de la Villa: José Benito (funcionario municipal), Isidro (policía municipal) y Hermógenes, "Nene" (emigrado a Francia).
El emporio comercial de la “casa de Isidro” alcanzó su máximo esplendor en los años 50 y 60 del pasado siglo, abarcando muchos frentes: en particular, el negocio del vino, abonos minerales, piensos, coloniales y todos los productos estancados del monopolio estatal: tabaco, papel sellado del Estado, sellos de Correos... (tenía la concesión "subalterna" para la distribución de esos productos a los estancos de la comarca). Los otros dos hermanos de Isidro García Pérez que se afincaron en A Fonsagrada despues del fallecimiento de su primera esposa fueron Emérita y José.
Emérita García Pérez, quien tras el segundo matrimonio de su hermano se independizaría al casarse con Amadeo Paredes Álvarez. Este matrimonio iba a regentar dos importantes negocios en nuestra villa: uno de ultramarinos y taberna/fonda, bajo la supervisión del marido, y un floreciente comercio de tejidos, al frente del cual iba a estar Emérita, y un hijo del matrimonio llamado José, un emprendedor y gran comerciante. Este matrimonio tuvo otros dos hijos: María Genoveva (maestra) y Emérita Paredes G. (funcionaria del Ministerio de Hacienda).
José García Pérez, quien tras colaborar durante unos años con su hermano Isidro también se independizó al casarse con Matilde Losada Mirón, oriunda de una pequeña aldea cercana a Samos por donde discurre el Camino de Santiago, había sido "prohijado" a los 12 años por su tío, Manuel Losada, y por Flora de Candahido, su esposa, quienes por esos años regentaban en la villa una peluquería, "A Barbeira" (nombre con el que fue y es conocida esta familia). El matrimonio García Losada regentaría un pequeño comercio de ropa y calzado, y traería a este mundo cuatro hijos: Manuel (Lolo), fallecido en 1972, Matilde (funcionara del Ayuntamiento de Lugo), Antonio y Jose (funcionario del Estado) García Losada.
Agradecimiento especial del autor a
José García Losada, Gumersindo Rego Fernández, Gervasio López Portela y Asociación de Amigos da Fonsagrada