Adolfo de Abel Vilela

Historiador

Los Maragatos de la Calle San Pedro, una familia singular

Es evidente que la llegada del tren a Lugo propició el desarrollo del comercio y que supusiese el fin de los carreteros maragatos que traían y llevaban mercancías, lo que dio lugar a que muchos de ellos se estableciesen en la ciudad para comprar y vender. Este acontecimiento histórico tuvo lugar el 14 de mayo de 1875 al llegar a la ciudad la primera locomotora desde A Coruña. El 1 de septiembre de 1883 los reyes Alfonso XII y María Cristina viajaron en tren desde Madrid para inaugurar la línea de Palencia - A Coruña. Llegaba el progreso, simbolizado por la locomotora, y con ella una forma diferente de ejercer el comercio debido a la facilidad y rapidez en el traslado de las mercancías.

Mi amigo Xulio Xiz, coautor de este libro, me pidió que escribiera unas líneas sobre los maragatos que eran mis vecinos, aunque en realidad ellos ya no eran de la maragatería, pues la segunda y la tercera generación, que son los que he conocido, han nacido en Lugo.

Yo vine al mundo en la tarde del 13 de junio de 1946 en la casa número 10, actual 14, de la calle de las Nóreas y al año siguiente pasamos a vivir durante veinte años a la casa número 8, hoy 12. Así que era vecino de una familia que habían tenido la caballeriza en mi calle y que tenían casa y tienda al final de la calle de San Pedro, enfrente de la puerta por donde entraban y salían los que vivían en una parte del extrarradio y los viajeros procedentes de Castilla, pero además algo muy importante para el negocio, estaba inmediato al lugar en donde se celebraba la feria mensual y anual.

Ya era singular que a esta familia se les conociera por el lugar de procedencia o gentilicio de sus antepasados, los Maragatos, mientras que a los demás comerciantes de la calle los conocíamos por su apodo, nombre o apellido. Así, Domeano tenía en mi calle un obrador de galletas, rosquillas y melindres; inmediato al Cine España, estaba el horno de pan de Piñeiro; en la calle de San Pedro la señora Francisca vendía piñas, cebollas, ajos y otras minucias; Avelino, tenía tienda de productos ultramarinos; Benjamín, además de ultramarinos hacía chocolate; Gerardo Castro, tenía la imprenta; Montaña, artículos de guarnicionería y zapatería; Doval y Jañez, artículos para la confección de zapatos y objetos artesanales de cuero; Aquilino, cuchillería; Eutimio la farmacia de La Cueva que era su apellido; las hermanas Carmiña y Pilar Lourido el Colegio de las Pulgas, etc.

En San Pedro

En San Pedro…

San Pedro era una de las calles más comerciales debido al gran tránsito que tenía, pues en cada casa había un negocio. Pero los establecimientos de dos de ellas, situadas en la inmediación de la puerta, una enfrente de la otra, hoy llamarían la atención pero en los años 50 del siglo pasado eran uno más, la guarnicionería que como reclamo colgaba en la puerta albardas, las mantas llamadas berrendos y otros utillajes o aparejos destinados a las caballerías, y la de los Maragatos también vendían estos productos que ponían en la entrada, como aun hoy sigue haciendo Maricarmen para conservar la esencia original del establecimiento que es lo que lo hace llamativo y singular. La razón era que hasta 1917, en que se inauguró el Campo de la Feria, en donde hoy está la Estación de Autobuses, se celebraba la feria de ganados mensual y anual de San Froilán en el barrio de San Roque, en donde el ganado mular, caballar y asnal tenían importancia para el transporte y las labores del campo.

Los Maragatos de mi vecindad eran, y son, una familia singular. Tomás Pérez – Carro García, el patriarca, además de hombre de negocios, siguiendo la tradición decimonónica de los comerciantes lucenses, fue concejal con Ángel López Pérez. Los productos que se vendían en su tienda no son, en su mayoría, los mismos que hoy vende su hija por conservar la memoria de su familia, pues la mayor parte estaban destinados a cubrir algunas de las necesidades de las gentes del medio rural. Le tengo oído contar a mi padre que compraban jamones que después enviaban a Madrid. En el establecimiento aun se conserva el letrero de cristal que lo anuncia y la gran romana en la que se pesaban.

Primero vivieron en la Ronda de Castilla, 9, una casa inmediata a la Puerta de San Pedro adosada a la muralla en donde residían el matrimonio formado por Tomás Pérez – Carro García y la coruñesa Dolores García Crespo. Cuentan la anécdota de que cuando nacieron un 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, los gemelos Andrés y José, encargaron a Dombina, la muchacha, que fuese a la casa de la calle de San Pedro a dar la noticia a los abuelos paternos Tomás y Vicenta, de que había nacido un niño. Pero al poco rato volvió para decirles que había nacido otro, lo que le valió una reprimenda por pensar que era una inocentada.

Tenían fama de ricos, tenían el mercado de Vallecas de Madrid, adjudicado en concesión administrativa al tío Paco por 50 años, la familia tenía en A Coruña la Compañía Frigorífica que enviaba el pescado, y un patrimonio inmobiliario. Así que era una familia acomodada que pudieron permitirse dar carrera universitaria a todos los hijos que quisieron estudiar. De los cinco que sobrevivieron, Tomás murió siendo niño, María Dolores y Vicente hicieron Derecho y opositaron para ser funcionarios, ella del impuesto de espectáculos y al desparecer de Protección de Menores,  él del Ayuntamiento de Lugo en donde llevaba los asuntos jurídicos; Maricarmen, además de Derecho y Ciencias Políticas, estudió Música y Magisterio,  e hizo un curso para ser agente de Aduanas,  ejerciendo en A Coruña durante unos veinte años, teniendo el despacho en la casa de su madre, en Paio Gómez, 7, atendido por un apoderado y dos pasantes, ya que ella estaba en Lugo atendiendo la tienda porque sus padres ya eran mayores. Andrés hizo Medicina y se especializó en Cardiología; y José, que no hizo carrera, tuvo varios negocios, como granjas de cerdos, venta de semillas, trabajando después en la tienda.

Los recuerdo viviendo ya en la casa de la calle de San Pedro con la tía Antonia, hermana de su madre, que al contrario que ella, muy buena moza, era una señora bajita y con un andar especial que a mi me parecía que calzaba unos zapatos algún número mayor del que le correspondía.

De los Maragatos de mi antiguo barrio, de los anteriores a mi generación, destacaría de ellos el ser unas personas excelentes, sinceras, generosas y con una vena simpática. De cualquiera de ellas podía hacer una laudatio pero como ejemplo citaré la generosidad y el desprendimiento de Maricarmen que se hizo cargo del hoy singular establecimiento, no porque fuese un negocio, sino por honrar con él y en él la memoria de sus antepasados. A ella le compraba los ricos quesos de oveja procedentes de Castilla que curaba y untaba con aceite en una pequeña casa que tenían como almacén fuera de la Puerta de San Pedro y que dejó de vender por no poder tratarlos debido a las normas sanitarias que obligan a darles una capa de parafina. La mayor parte de lo que le compraba, ya fuesen los cordones para unos zapatos o una cuña de queso, no me lo cobraba y encima salía con un regalo, una caja de galletas, una botella de vino, unas mantecadas, un objeto de cerámica con un motivo especial alusivo a la Puerta de San Pedro, etc.

Y como ejemplo de sinceridad, y vena simpática, sirva lo que le dijo Andrés al yerno de Franco, Cristóbal Martínez-Bordiú y Ortega, marqués de Villaverde, compañero de profesión. El Colegio Oficial de Médicos de Lugo lo invitó a dar una conferencia y como había sido discípulo de José Perianes Carro, catedrático en Santiago, pariente de los Pérez - Carro, se lo presentaron como tal. Como enseguida empatizaron, el marqués pidió que Andrés se sentara a su lado en la comida que le ofrecieron y así se lo transmitieron, pero como él se negaba lo forzaron con el pretexto de que no les dejase quedar mal. Cedió y durante la conversación el marqués se interesó por su dedicación profesional  sometiéndolo a un interrogatorio del tenor siguiente:

- Y tú, ¿en dónde trabajas?
- Yo en la Cruz Roja.
- Pero ahí no pagan.
- ¡No, no pagan!
- Y, ¿en dónde más?
- Estoy en el Hospital Provincial.
- Pero ahí pagan poco.
- ¡Sí, pagan poco!
- Pero entonces, ¿tú de que vives?
- Pues yo como tú, ¡me casé bien!

Ante aquella respuesta se produjo en la mesa un incómodo y tenso silencio que se rompió después de la carcajada del marqués. Lo que le dijo era cierto. Andrés se casó con Adela Panise Ríos, de una buena familia de Santiago, su padre era catedrático y ella farmacéutica y con botica.

Así que, sinceridad y generosidad son para mi dos de otras muchas cualidades que hacen de los Maragatos de la calle de San Pedro que sean singulares.