Jesús Varela Pérez

Periodista de La Voz de Galicia

Un merecido capítulo en la historia de Lugo

Escribió el viajero inglés George Borrow en su famoso libro «La Biblia de España» la mejor definición que se puede hacer de un maragato: «Su fidelidad es tal, que cuantos han utilizado sus servicios no vacilarían en confiarle el transporte de un tesoro». Borrow viajó en 1837 por el norte de España y antes de llegar a Lugo, pasó unos días en la región de la Maragatería, donde pudo comprobar la fama de sus habitantes, los arrieros, personas que supieron sacar las virtudes de una vida condenada a la miseria debido a una tierra árida, hostil y fría. Ese espíritu por mejorar y buscarse la vida de forma seria y responsable les emparenta mucho con los gallegos, otro pueblo nómada que ya sabemos que no pregunta ni se queja, emigra.

Y como ejemplo de adaptación a los tiempos -resiliencia se le llama ahora- desde el corazón de la Maragatería, Santa Colomba de la Somoza, llegaron a Lugo en 1880 una saga de maragatos que aún hoy dan mucho que hablar. El ferrocarril acabó con el oficio de arriero, pero fue incapaz de terminar con el espíritu de búsqueda de oportunidades que siempre han tenido los maragatos.

Pocas veces se ha hablado de la influencia que pudo tener el Camino de Santiago en la vida de los maragatos, y en concreto de los que se instalaron en Lugo. Pero hay determinadas señales que a mi entender son claves y, porqué no decirlo, nada casuales. Santa Colomba de la Somoza y otros pueblos importantes de la Maragatería forman parte de las rutas jacobeas. Es evidente que por donde entran ideas nuevas y se necesita ofrecer servicios a los peregrinos, es más fácil ir creando un perfil de don de gentes y de entender que la vida es algo más que unos pocos metros de tierra donde se nace, se vive y se muere.

¿Es casual que el matrimonio de maragatos que se instaló en Lugo en 1880 para abrir un negocio lo hiciese en la Rúa San Pedro? La puerta de entrada de los peregrinos a la ciudad de Lugo también lo era de los que llegaban de la Meseta. Y para cerrar el círculo: qué bonito el destino cuando la actual responsable de la saga familiar, Carmen Pérez Carro, se empeña 140 años después -no sin esfuerzo y lucha (va de serie)- en rehabilitar el pazo familiar del Portón do Recanto y convertirlo en un albergue para peregrinos, junto a la Porta Santiago.

Entre medias, desde 1880 al 2023, miles de historias se han vivido en el peculiar centro comercial que llegó a ser la tienda de la Rúa San Pedro. Pero esas historias familiares y vecinales son hoy tan importantes para entender el pasado de una ciudad como los grandes acontecimientos que han quedado reflejados en libros y documentos. La historia de las ciudades las hacen sus habitantes, y los maragatos de Lugo tienen sin duda un merecido capítulo.

 

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