Una tienda singular
Durante muchos años pasé casi todos los días por delante del establecimiento de Los Maragatos en la calle San Pedro de camino al trabajo. Y lo cierto es que me detuve pocas veces para entrar a comprar algo. Pero cuando lo hice recuerdo haber quedado impactado, en un estado próximo a la sideración, al ver tal cantidad de artículos de todo tipo esparcidos por el local. Allí había desde velas hasta betún, cuerdas, quesos, corchos, cepillos, envases... Las cosas más variopintas que uno pudiera imaginar en una especie de El Corte Inglés en miniatura.
De todos los hermanos que lo regentaron o que de vez en cuando se acercaban por allí a echar una mano, con el que tuve mayor relación fue con Pepe, a quien me había presentado un día nuestro común amigo Miguel Fanego en el bar O Candil de la Praza do Cantiño, a escasos metros por cierto del negocio familiar.
Pepe, que estaba casado con una sobrina del escritor Ánxel Fole, era un ameno conversador, que tiraba de retranca con facilidad y mostraba un fino sentido del humor que en más de una ocasión le ayudó a salir airoso ante algún cliente desabrido. Y es que "hombre sin sonrisa no abre tienda". Nadie como él era tan consciente de la veracidad de ese viejo proverbio chino.