Un pequeño mundo maragato
Un olor a quesos, sacos de arpillera, corcho… te impregnaba al entrar, mezcolanza única no desagradable sino peculiar. Mi madre y el tendero tenían una relación de carácter comercial y amistosa muy agradable.
Buenos productos, buenos precios y atención exquisita hasta para vender un corcho. Se paraba el tiempo en el interior, no prisas...nunca!
Las hijas renunciaron a altos puestos por seguir los pasos de su padre (quizá un instinto ancestral). Aún hoy -maravilla- queda una de ellas, la última maragata tendera deleitándonos con su buen hacer, sus clientes centenarios y veinteañeros…
Cuando eche el cierre, algo muy nuestro perderemos muchos: Un pequeño mundo maragato insertado en la ciudad de Lugo a la que sirvió conservando sus ancestrales costumbres.
Conozco la Maragatería, lugar diferente con gentes hospitalarias, gruesas lonchas de jamón en aceite, sabroso queso, buen vino, patios frescos en el calor abrasador…