Me siento miembro de esta familia tan especial
Mi tío y padrino Luis Vilabella vivía en el número 21 de la Calle de San Pedro, y yo venía a verlo muy a menudo. Por eso sé de su amistad con esta família, y la devoción que sentía por el patriarca, Tomás Pérez Carro.
El abuelo de la “Maragata de la Puerta San Pedro” (primer protagonista de esta historia), fue decisivo para que el que sería el “Médico Vilabella” pudiese completar sus estudios viajando al extranjero, y conseguir ser alguien en el mundo de la medicina.
Al ser varios hermanos, la família de mi padrino no se decidía a hacer el especial esfuerzo económico preciso para financiar su estancia en el extranjero, y entonces Tomás Pérez Carro se ofreció incondicionalmente, le prestó la cantidad necesaria, e hizo posible su viaje y estancia en Argentina el tiempo preciso para sus prácticas y su trabajo de investigación, que se tradujo en innovaciones e inventos que no llegaría a patentar pero que fueron definitivos para su trabajo como médico, que aún pervive en la memoria de numerosos lucenses. Tomás Pérez Carro mantuvo su préstamo desinteresado durante el tiempo que fue preciso, fortaleciendo una amistad familiar que sigue plenamente vigente en el momento actual.
Desde niña, yo supe que esta casa era especial para mi família. Lo tenía muy claro por el proceder de mi tío, que habitualmente no visitaba a los pacientes en su domicilio, excepto a los Pérez Carro. Cuando en la família surgía cualquier problema sanitario, mi tío, al momento, acudía allí.
Crecí siendo amiga de Maricarmen, íbamos juntas a jugar a la Plaza de España, y su tía Antonia, que vivía con ellos, nos cuidaba y vigilaba desde la Cafetería del Méndez, y a ella acudía Marcarmen cuando algo se nos antojaba. Yo me sentía y me siento miembro de esta família especial. Por eso, cuando José Antonio y yo nos casamos en 1963, Tomás Pérez Carro, el hijo del benefactor de mi padrino, firmó como testigo el acta de matrimonio.