Francisco Rivera Cela

Radiofonista

Recordando el Portón do Recanto

Tal vez una mayoría de la gente de ahora, los lucenses del presente quiero decir, no sepan que el actual Portón do Recanto  (un hostel y un bar de copas), que es de los maragatos y se asienta en un edificio noble de los maragatos, fue antes, por finales de los 60 y los 70, uno de los establecimientos de hostelería más lujosos de Galicia y tal vez el primero de Lugo en tener ofertas diferentes para públicos diferentes y unas instalaciones que impactaron en su momento e impactarían todavía ahora. Paradójicamente apenas quedan datos e imágenes de lo que fue. Incluso los propietarios del edificio y del actual Portón, no conservan nada más que la factura de una comida. Y de los promotores de aquel ambicioso proyecto solo vive Cesáreo Sánchez Fraga, que me recordó que la inauguración se había producido a finales de los años 60. Yo estuve en ella, una fiesta de sociedad histórica con el todo Lugo en traje de gala. Ellas con vestidos largos, de noche, ellos de esmoquin. Menú a tono con la importancia de la fiesta, en el que no faltó el marisco en cantidad y calidad. Creo que fue la primera fiesta en Lugo en la que hubo barra libre. Para bailar, dos orquestas.

Me recordaba Cesáreo que el precio de la cena había sido casi simbólico: “Teníamos un menú del día y para esa cena de inauguración pusimos el mismo precio del menú; no recuerdo si fueron 300 pesetas o 500. Pero sí que fue muy poco, porque lo que queríamos era un sarao sonado; y lo fue”.

Aquel Portón do Recanto, tenía un pub al más puro estilo inglés (mucha moqueta, terciopelo, mobiliario de maderas finas…). Estaba a la entrada, a la izquierda. Luego había una cafetería convencional, amplia, con larga barra y muchas pequeñas mesas. En la entreplanta, funcionaba un llamado “Salón de Té”. El comedor (otra vez como en el pub, moquetas, cortinas, terciopelos, muebles de estilo…) estaba en la planta sótano y tenía varias alturas y ambientes y en el centro una jardín acristalado, que todavía se conserva.
 
Sin duda, el conjunto era en su sector lo mejor de la ciudad y había requerido una inversión más que importante. ¿Y quiénes estaban detrás de ese proyecto? Pues un grupo de jóvenes, con una dosis notable de romanticismo y no tanto dinero como se precisaba para aguantar unos comienzos difíciles. Eran el citado Cesáreo Sánchez Fraga, un joven arquitecto que no llegaba a la treintena y estaba empezando, dos artistas reconocidos, pero con las ventajas y los inconvenientes económicos de los artistas (Ulises Sarry y Juan Balboa) y Pocholo Ordóñez, también un incipiente empresario. No habían echado bien las cuentas y tiraron la casa por la ventana en todos los aspectos, porque además de unas instalaciones de primera línea, contrataron un equipo de cocina acreditado y plantearon una carta ¡de 300 platos! En el Lugo de finales de los años 60 todo era demasiado para que funcionase económicamente.

¿Y cómo les fue? Mal. Así de claro. En lo primeros días dos socios abandonaron. Aun no se habían cumplido dos meses y solo quedaba uno, Cesáreo, y aunque este aguantó algo más acabó arrojando la toalla. Luego hubo una larga lista de empresarios y gerentes que lo intentaron pero no pudieron salvarlo. No tengo datos de la fecha en la que el Portón echó la llave, pero tuvo que ser por finales de los 70 o principios de los 80.

¿Y por medio que hubo? Muchas cosas y algunas importantes. Fiestas de gala, desfiles de modelos, cenas benéficas, bailes, subastas, bodas…

Uno de los acontecimientos sociales más sonados fue un desfile de modelos que organizó la Boutique Teresa, entonces en la calle Dr. Castro, que además de exhibir lo mucho e interesante que tenía en su tienda, se trajo a algunas de las mejores y más famosas modelos españoles de la época, encabezadas por Paloma Cela, que era la número uno. En aquel desfile debutó en la pasarela la sobrina de Paloma, Violeta Cela (15 o 16 años tenía), más tarde actriz famosa y una de las musas del destape.

En el Portón, en una época en la que eran muy frecuentes las fiestas benéficas, tuvo lugar una con recaudación record para aquel tiempo y de la que tengo una divertida anécdota. Yo hacía la subasta en una sala abarrotada y al fondo del local había un conocido profesional lucense que ajeno a la subasta, hablaba y gesticulaba, perturbando un poco el desarrollo de la puja. Me vengué de él: como movía mucho las manos, en una de esas y amparándome en el que mucho levantaban la mano para pujar, le adjudiqué uno de los objetos más caros, creo recordar que eran 4.000 pesetas. No se atrevió a dar marcha atrás y hasta tuvo cierto sentido del humor cuando al final vino a reprochármelo, pero con buen rollo.

Si tuviera que diagnosticar los motivos por los que el proyecto del Portón no cuajó, diría que se hizo realidad en un tiempo en el que la capital y su sociedad no estaban preparadas para mantener algo así. Nació demasiado pronto. Esa frase tan recurrente aquí “es mucho para Lugo”, sí encaja en este caso. Y fue una pena.